Hay días, momentos, experiencias que nunca se olvidan, que permanecen para siempre ahí… en el fondo del corazón. Y así ha sido lo que hemos vivido el fin de semana anterior, del 12 al 14 de mayo, cuando dejando atrás la rutina de cada día y de cada fin de semana, nos embarcamos en la aventura de vivir y convivir en Pizarra en este último año de estancia en nuestro Colegio.
¿Qué hicimos? De todo. Sí, señor, ¡de todo!. Y nos dio tiempo a todo: a jugar, a cantar, a bailar, a limpiar, ¡a cocinar! Y conste que se pudo comer lo que hicimos. Nos dio tiempo a pasear al rio, y a subir a la ermita, y a ser formales, tan formales como para poder ver una película y comentarla en un precioso cinefórum. Y trabajos de grupos que nos unieron todavía más como compañeros. ¡Bonita experiencia!
Y sobre todo nos dio tiempo a lo más importante: el contacto con Jesús en la Eucaristía. En este rato nos sentíamos todavía más unidos, más amigos, más compañeros. Y es que nos unía Jesús. Las oraciones de la mañana y de la noche nos ayudaban a centrar todo el día. Y la presencia de Jesús entre nosotros nos dio fuerza para cumplir nuestro gran compromiso: NO QUEJARNOS DE NADA. Esto fue lo más bonito: no hubo caras largas, ni tristes, ni cansadas, ni mal humor… Luchamos todos por todos y al hacer felices a los demás fuimos nosotros felices.
Ahora cuando ya la convivencia pertenece al pasado, desde aquí, damos gracias a Dios y a todos los que la han hecho posible. Y no dudéis que siempre permanecerá su recuerdo en nuestro corazón.
¿Qué hicimos? De todo. Sí, señor, ¡de todo!. Y nos dio tiempo a todo: a jugar, a cantar, a bailar, a limpiar, ¡a cocinar! Y conste que se pudo comer lo que hicimos. Nos dio tiempo a pasear al rio, y a subir a la ermita, y a ser formales, tan formales como para poder ver una película y comentarla en un precioso cinefórum. Y trabajos de grupos que nos unieron todavía más como compañeros. ¡Bonita experiencia!
Y sobre todo nos dio tiempo a lo más importante: el contacto con Jesús en la Eucaristía. En este rato nos sentíamos todavía más unidos, más amigos, más compañeros. Y es que nos unía Jesús. Las oraciones de la mañana y de la noche nos ayudaban a centrar todo el día. Y la presencia de Jesús entre nosotros nos dio fuerza para cumplir nuestro gran compromiso: NO QUEJARNOS DE NADA. Esto fue lo más bonito: no hubo caras largas, ni tristes, ni cansadas, ni mal humor… Luchamos todos por todos y al hacer felices a los demás fuimos nosotros felices.
Ahora cuando ya la convivencia pertenece al pasado, desde aquí, damos gracias a Dios y a todos los que la han hecho posible. Y no dudéis que siempre permanecerá su recuerdo en nuestro corazón.
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