La Iglesia llama a María Causa de nuestra alegría, y es muy cierta esta verdad, porque si recorremos el Santo Evangelio, vemos cómo a María está ligada la alegría. Cuando la Virgen fue a visitar a su prima Santa Isabel, el niño que llevaba en su seno saltó de gozo en su vientre, es decir, que María llevó la alegría a esa casa. En las bodas de Caná, la Virgen intercede para que Jesús convierta el agua en vino. También aquí vemos a María llevando alegría a los hombres. En Pentecostés desciende el Espíritu Santo sobre María y los apóstoles. Ante los ruegos de su Esposa, el Espíritu Divino no pudo resistirle y descendió en plenitud sobre los reunidos allí. Y muchos de los que escuchaban a los apóstoles, santamente llenos de los Dones del Espíritu, decían que estaban alegres. María es la que trae la alegría a nuestra vida, y con Ella jamás podremos estar tristes, porque Ella es nuestra Madre que todo lo consuela, y como una madre buena, consuela nuestro corazón y besa las heridas que nos hace la vida. La alegría de María es la presencia de Jesús en su vida. Cuando nos acercamos a Ella de verdad, suele quedar en nuestro corazón algo de su alegría, algo de Jesús liberador. Ella es la Madre de todos los felices, pero felices según el Evangelio.
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